
Julian Assange, fundador y alma mater de Wikileaks, está siendo acosado como cabeza visible de una organización con la que la mitad de la humanidad simpatiza, aunque a buen seguro a unos cientos de individuos no les importaría pasar al tipo directamente por la guillotina si pudieran. Y eso, como reza la imagen, por compartir información secreta de empresas con el resto del mundo para que sepamos de qué va este juego en el que estamos metidos, sin saber muy bien cómo ni por qué.
Su compañero de viñeta, el creador de Facebook, es por el contrario,un personaje que entre el común de los mortales no despierta buenos sentimientos: cae mal, pero provoca envidia, una de esas cosas que las personas religiosas califican de pecado mortal. Sin embargo, no le falta reconocimiento público, dinero a espuertas y premios. Y eso por montar un chiringuito cibernético que lo sabe todo de más de 500 millones de personas y, probablemente, compartirlo gustosamente con las grandes corporaciones socias de su empresa. Entre ellas Microsoft o Digital Technologies, que tiene intereses en Zynga (creadora del popular juego Farmville y otros similares en Facebook) y Groupon, web de descuentos colectivos. Digital Technologies está íntimamente relacionada con Goldman Sachs, firma de inversión de esas metidas de lleno en el origen del cataclismo financiero, y sospechosa no sólo de sobrevalorar el precio de Facebook sino de ir viento en popa maquinando todo tipo de operaciones al borde de las leyes, porque recientemente ha triplicado el sueldo de su CEO en plena crisis.
Mientras, nosotros pobres mortales azotados por los vaivenes de la terrible crisis que nos ha tocado vivir (y sobre esto también habría que hablar largo y tendido), seguimos alimentando a estos grandes monstruos paradójicos con lo mejor de nosotros mismos: todos y cada uno de los detalles de nuestra intimidad, nuestros gustos y nuestros deseos, para que sepan mejor qué, cómo y cuándo seguir vendiéndonos cosas que no necesitamos, pero que adoramos. Paradojas.