
Sin embargo, y tal y como estaba previsto, tras estas últimas intervenciones subió a estrado el presentador italiano, famoso por asustar con aullidos de contenido implacable a las tiernas jovenzuelas que concursan para convertirse en super modelos en un programa de Cuatro. El auditorio se convirtió en un desgañitado grito de gallina adolescente. Después de las típicas palabras de cortesía, Valerio invitó a los presentes a participar en un sorteo para asistir en directo al programa. Sacó un nombre de entre la lista de asistentes. El afortunado gritó en medio de la sala: "No quiero ir". Con el siguiente ocurrió lo mismo. Y con el tercero también. Eran todos chicos. Manteniendo la presencia de ánimo con la soltura que dan las cámaras y los platós de un programa como Supermodelo, Valerio decidió rápidamente: "Vamos a hacer una cosa: las primeras personas que suban al escenario estarán invitadas a venir al programa". Y ahí empezó la hecatombe. Según mi colega, en ese momento unas veinte jóvenes muchachas se abalanzaron sobre el estrado, en una frenética carrera hacia su pase a la tele, brincando incluso por encima de las butacas del salón de actos...
Aparte de lo divertida que debió ser la escena, me complace sobremanera saber que algunos jovenzuelos defienden con tanta vehemencia la dignidad de la mujer, utilizada en programas de televisión y concursos de belleza como objeto decorativo. Aunque en el mundo actual los hombres también decoran y sirven para vender cosas. El culto incondicional y absoluto a la belleza ya es cosa de todos. Pero gracias, chicos.
También me hace gracia que las emprendedoras del futuro se maten por conseguir un pase a la tele para ver en directo un programa como Supermodelo. ¿Una secreta vocación? ¿Simple tontería juvenil? Sea lo que sea, quedaron como el culo las nenas.
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