
algún daño, pero podrían, porque la costalada fue monumental. Y entonces habría que ir a buscar al imbécil al que se le ocurrió pagarla con los usuarios del metro, para que le procesen por atentar contra la integridad de los viajeros, que nada tienen que ver con las condiciones laborales de los limpiadores de ese transporte público. En algunas webs se especula con que la propia patronal sea responsable de semejante despropósito, con el objetivo de manchar la imagen de los huelguistas. Sea como fuere, al animal que vertió el aceite había que haberlo mandado a limpiarlo todo con la lengua.
Eso sí, nos hacen un gran cumplido a los madrileños estos señores huelguistas que esparcen basura por doquier, al pensar que sin su ayuda no se notará después de diez días que el metro no se limpia. No hacía falta, hombre.
Foto: Robert van der Burg