23 ago 2011

El final del verano: chanclas y amebas

Va acabando el verano y no puedo resistir la tentación de patalear -esta vez públicamene y por escrito- contra una de mis mayores fobias veraniegas. Es cierto que por diversos motivos no tengo especial querencia por la época estival salvo porque ofrece vacaciones, pero hay algo característico del veranito que consigue sacarme de mis casillas hasta extremos insospechados: las amebas en chancletas.

Chanclas, chancletas, flip flops, thongs, llámalas como te plazca, son lo peor. De ser un calzado única y exclusivamente concebido para pisar las playas (por ser lo más práctico para evitar los hogos, combatir el calor y pisar ela arena), ha pasado a usarse los últimos años como 'el' calzado veraniego, no importa dónde, cómo, ni cuando. Comprendo que en verano apetece soltarse y estar fresquito, pero es que hay cretinos y cretinas que se ponen las chanclas el 15 de mayo y no se las quitan hasta el mes de septiembre. Para ir a la compra, para salir a pasear, para ir al cine, para montar en moto, para ir de fiesta. ¿Es que todo el mundo se ha vuelto fetichista?

Además de ser un calzado poco seguro en según qué situaciones -he visto a algún que otro tontaco chancletero cortarse los piezuelos con los vasos rotos de una disco-, son malísimas para la salud de los pies (esto lo dicen los podólogos, no yo) y distan mucho de cumplir los mínimos requisitos que exige la decencia. ¿Por qué? Porque la mayoría de la gente no tiene unos pies que merezcan ser expuestos en público, porque los pies desnudos en la calle se ensucian y porque no hay atuendo que case con unas chanclas que no sea un bañador. Se puede ir muy de sport en verano porque hace calor, pero las chanclas son para la playa y para su casa, oiga.

Eso por no hablar de que muchos chancleteros, las amebas en chanclas, acostumbran a acompañar la liberación de sus piececillos con un andar desganado, como si ese verano que tanto les gusta hubiese desecado hasta la última neurona de su cerebro, incapaz de coordinar un caminar digno de un ser humano. Arrastran los pies como los ancianitos, produciendo una irritante fricción en el suelo que altera al más pintado y tienen un aspecto deleznable. Chancleteros del mundo: si no tenéis el detalle de guardar vuestros pies de la vista ajena, al menos moveos como personas, no como zombies estivales en busca de la pisci más cercana. Vuestra imagen os lo agradecerá. Y yo mucho más.
Foto: Woodlouse