13 ago 2007

Crónica de unos días lisboetas de verano

"Desde la terraza del café miro trémulamente hacia la vida. Poco veo de ella -el bullicio- en esta concentración suya en esta plazuela nítida y mía. Un marasmo como un comienzo de borrachera me elucida el alma de cosas. Transcurre fuera de mí en los pasos de los que pasan. (...) La vida evidente y unánime"
Fernando Pessoa , El libro del desasosiego

He vuelto esta mañana de Lisboa, que sigue siendo una ciudad mágica y hermosa, llena de rincones fascinantes, de música y de vida. Allí he pasado los últimos cinco días, descubriendo nuevos lugares y fotografiando todo aquello que se me ponía por delante y me sugería algo especial. La ciudad de los fados y los tranvías hervía bajo el sol de agosto, animada pero lánguida y decadente, como me parece siempre ese lugar.

Una de las mejores anécdotas del viaje ha sido la experiencia del fado amateur en la Tasca do Chico, ese clásico del barrio alto en el que algunos aficionados al cantar popular portugués -que se cuentan por millones en todo el país, y lo defienden como si les fuera la vida en ello-, deleitan a turistas y locales en un pequeño y abarrotado local, en el que la comida y la bebida son de puro relleno. Las famosas fibanas -el clásico montadito en versión cutre- son cuartelarias, y la sangría parece hecha con Redoxón, pero cuando las luces se apagan, ni las moscas se atreven a volar: el público chista sin cesar hasta volverse impertinente a cualquiera que ose respirar cuando las guitarras suenan y los fadistas se arrancan. Como véis, no hay fotos del evento. Topamos incluso con el ego de una diva aficionada con ínfulas de Rodrigues, y con la bizarra -gracias por sugerir el término, Laura-, actuación de un fadista mezcla de Arnold Schwarzeneger y Clark Gable, un hombre todo músculo y sentimiento. Esto, como todo lo que no se puede pagar con Mastercard, no tiene precio.

Para sangria y fado buenos los del Chapitô, el ya famoso local de una organización cuyo objetivo dice ser la acción social, mediante la formación y la difusión de la cultura. Quizá os hable de él otro día, pero yo fui a conocerlo una noche, pues había sido recomendado especialmente por amigos como sitio chulo para ir a tomar una copa con vistas privilegiadas y precioso entorno. El local, para echarse una copichuela en su terraza, cenar o bajar al sótano a escuchar música en directo, es realmente precioso. Tiene un ambiente lo que se dice agradable -con un puntito entre hippie y pijo-, y su sangría con hierbabuena y canela es realmente deliciosa. Tanto, que estuvimos escuchando a una dotada joven que cantaba fados durante unas tres horas, y luego no tuvimos ganas de cortarnos las venas. Y como no corrió la sangre, nos mudamos -ya a eso de las dos de la madrugada de un viernes lisboeta- a una coqueta tetería que queda poco más abajo del tourmalet que es esa cuestecita de la Costa do Castelo. Allí, haciendo honor al espíritu del local, nos fumamos una cachimba de melón y sorbimos despacito un té Yoga, con cardamomo y jengibre. Una gran noche en Lisboa.

Otro de los hitos -que resultó del todo exitoso, ya veréis por qué- de mi estancia fue el desayuno en el Martinho da Arcada, el mítico café del que dicen que Pessoa -lo siento, Guada, ya sé que no te gusta-, fue asiduo. No he podido olvidar su tarta de chocolate, y por tres veces fui hasta la Plaza del Comercio a buscarla infructuosamente. Cansada de acudir sin fruto en pos de mi porción de dulce, decidí pasar uno de esos viernes tranquilos y magníficos recorriendo despacio una ciudad sin prisa. Pero antes había que prepararse: me compré un ejemplar de El País y me senté en la terraza del Martinho a desayunar en condiciones. Una soberbia raja de melón dulce, un zumo de naranja, un cafelito y un bollo me dejaron como nueva. Y aproveché el tirón para ver una bonita exposición de dos fotógrafos de National Geographic sobre la belleza mar y su expolio. Y luego al Jardín Botánico, un edén en medio de Lisboa, en que pueden admirarse desde deliciosas flores a impresionantes árboles de todo tipo, pasando por un criadero de mariposas Monarca.

Me gustan las casas, las calles y las pintadas de Lisboa. Es una ciudad llena de extrañas figuras que la asaltan a una desde cualquier esquina. Presos surfistas, calaveras vaqueras, muñecas tristes o demandas populares, en un blanco y negro y technicolor que convierten a la ciudad en una galería de arte gigante. Y tienen tiendas en las que uno puede comprar el póster de su película favorita, encontrar extraños juguetes desfasados, ojear retrógados tratados sobre belleza femenina, catar todo tipo de Vinhos do Porto, o probarse camisetas ultramodernas. Al caer la tarde de mi último día en Lisboa me fui a recorrer la Rua Dom Pedro V, hasta encontrar el Pavilhao Chinês, un curioso bar en que no cabe ni un solo alfiler más en las paredes. Hay soldaditos de plomo, bustos femeninos, platos de cerámica, maquetas de tren, anteojos, plumas, vasos, abanicos...es como un rastro gigante emparedado, a la luz de las ténues lamparitas, en el que parece que los relojes no sólo se detienen, sino que vuelven atrás en el tiempo. Es un lugar singular, único. Y se puede jugar al billar, qué más queréis.

Como epílogo, lamento decirlo, pero los lisboetas no han sido en mi experiencia gente especialmente acogedora o simpática de entrada. "Hay que ganárselos", dice una amiga que los conoce bien. En su descargo he de alegar que agosto es mal momento para estar en casi cualquier sitio, excepto en casa de uno, pero los proletarios debemos viajar cuando el patrón lo autoriza. Aún así, resulta sumamente agotador que intenten meterle a uno el clavo allá donde pisa, desde el hotel hasta el restaurante, pasando por el taxi o la tienda de souvenirs. Y eso que los lisboetas tienen una retranca especial, mezclada incluso a veces con un puntito salvaje importado de Brasil, como cuando le ofrecen a una sexo por la calle. Pero cualquiera les tose. Si ya lo dicen en las pintadas: "Turista, respete el silencio portugués o váyase a España". Que se lo hagan ver, que diría mi amiga Rosa...

Si alguien quisiera ver más fotos de este viaje están en mi fotoblog.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravillosa crónica de esos grandes días. Lástima que me perdiera todo lo que sigue a la Tasca do Chico, pero sirve como excusa para repetir la experiencia (lo de los fados y la sangría en Chapitô y el Pavilhão Chinese me quedan muy pendientes)
Poco puedo debatirte sobre la ciudad en sí, porque mi percepción es bastante parecida.
Pero sí... polemicemos sobre los lisboetas!!!
Cierto es que hay un sector que se empeña en aleccionar al personal, escudándose en su aparentemente exquisita educación (ejemplo práctico: la gente del chistido fácil en la Tasca do Chico, nuestra amiga la fadista o su "guardaespaldas"). Cierto es también que se alejan bastante de adjetivos como rápido, eficiente o resolutivo (ejemplo: o senhor Batista y el resto del personal de la pensión).
Y mucho más cierto que todo esto, es, efectivamente, que agosto es un mes absolutamente detestable... en el que se demuestra constantemente que la gente, así como colectivo (al que muy a mi pesar, pertenecemos todos), es boba, borrega y desagradable. Y eso sirve tanto para una tocina turista inglesa que se cree Sarah Ferguson, como para el españolito que grita, como para el portugués que está trabajando y que con su lentitud natural no puede controlar todo lo que se le viene encima en una calurosa Lisboa llena de turistas.
Dicho esto, ahora viene mi defensa a ultranza de lisboetas y portugueses en general.
Y es que en otro tipo de contexto, son gente muy agradable que por lo general, se esmeran en ayudarte en lo que necesites. No han perdido el "obrigado" o el "desculpe" como lo hemos perdido en España (que yo a veces hasta me sorprendo cuando alguien me agradece algo...)
Es cierto que son introvertidos, que hay que ganárselos, pero no es extraño si tenemos en cuenta que son los habitantes de un país que tiene un océano a un lado y al otro, un país que en el mejor de los casos, les ignora.
Podría seguir, pero creo que ya me estoy enrollando demasiado... como bien dices, en próximas entregas nos meteremos con los tópicos de nuestro otro país vecino ;-)

PD: tanta solemnidad en mis palabras me está recordando al momento en el que apagan las luces en la Tasca do Chico... Como bien dices, comentario apasionado como el que he hecho en el flickr (pero así tiene más gracia, que no?)

Dax dijo...

En primer lugar, mil gracias por el cumplido, favor que me hacéis al calificar mi crónica de maravillosa. Me ruboriza, ja, ja...En cuanto al Chapitô y el Pavilhao Chinês, por supuesto que hemos de repetir experiencia. Eso está hecho.

Sobre los lisboetas, sí, esa manía de aleccionar a la gente puede llegar a resultar un tanto grosera y desagradable. Me ocurrió también el pasado mes de mayo cuando un gris oficinista me recriminó en un restaurante que estuviera fumando mientras él degustaba su comida. Por supuesto en el local se podía fumar. También es cierto que su organización me recuerda molestamente a ese denostado y sobado tópico sobre la desidia española, espero ya superado. Gracias por recordarme el nombre del senhor Batista, que volvió a pedirme disculpas en dos ocasiones más, lo que me hacía sentir bastante incómoda en su presencia, porque -unido a su aspecto un tanto peculiar- me daba sensación de estar ante un imitador aficionado del Dr. Jeckyll.

Claro que agosto es un mes horrible para viajar, y coincido contigo -es una de las frases que más he escuchado a mi padre a lo largo de los años-, en que la masa es deleznable, aunque todos nosotros pertenezcamos a ella de cuando en cuando. Los individuos molan mucho, la masa apesta y es borrega, e incluso peligrosa. A partir de ahí, sí, masa son los holligans ingleses, los macarras españoles o los camareros piratas. Al final se trata de educación y de cultura. Y ni españoles, ni ingleses, ni portugueses están todos correctamente educados y son gente de bien. De todo hay en todas partes y cuando en un mismo lugar se junta una masa informe en la que hay gente decente y gentuza, pasa lo que pasa. Que todo el monte es orégano. Y los españolitos decentes y bien educados sufren a recepcionistas avispados o los camareros portugueses bien educados sufren a los holligans de turno. Aquí todo el mundo cobra.

Parafraseándote, aunque no totalmente, dicho esto ahora viene mi nuevo reproche a los portugueses, que no defensa. Y aquí lo siento, pero siempre que sale a colación el tema portugués me acuerdo de David, y creo comprenderle y compartir sus reservas para con los lusos. No puedo negar que en ciertos sitios me han tratado exquisitamente incluso y se han mostrado muy amables. Y he comido estupendamente bien en Portugal. Sin embargo -motivado claramente por otras experiencias personales más privadas que no vienen al caso-, lamento decir que no son gente de la que me fie especialmente, siendo yo una persona bastante confiada en general. Tengo la sensación -quizá meridianamente errónea-, de que existe en el corazón luso cierta animadversión general hacia los españoles, bien sea porque como dices nuestros caracteres chocan, o porque nos lo hemos ganado a pulso ignorándoles y menospreciándoles. Pero como personalmente nunca he perpetrado tales ignominias, me siento como los alemanes cuando alguien les recuerda a Hitler. No puede usted culparme, oiga, por algo que hicieron mis bisabuelos. Porque ¿existe una culpa nacional que puede extenderse a todos los invidividuos de un país por algo que hicieron sus antepasados o sus contemporáneos, gobernantes o particulares? Como personalmente no les he ignorado ni menospreciado, me jode que me traten mal, pero quizá esté tomando como algo personal una forma de ser natural y tipicamente lusa.

Debo darte la razón, no obstante, en cuanto a la educación portuguesa, que sin duda entre sus conciudanos -con los ya mencionados reproches-, es mucho más elevada que en suelo patrio. Aquí ya nadie pide disculpas, perdón, o da los buenos días o las gracias. Es un desastre. Lo comenté hace relativamente poco en el post "Ingratos".

Para terminar, mil gracias por un comentario tan ameno y solemne. Ya me gustaría que fueran todos así...
Besos

Anónimo dijo...

De nada, de nada... además tu respuesta ha estado muy a la altura, madre mía!
Para terminar el tema lisboeta tengo una cosa que hará tus delicias y que, espero, guste también a tus lectores. Es un enlace a una página que incluye foto y datos sobre nuestro fadista favorito: Vitor Miranda, ese hombre que tan acertadamente describiste como una mezcla entre Schwarzenegger y Clark Gable!
Resulta que el tío es muy respetado en el mundo del fado y bueno, también resulta que yo puedo ser mucho más bizarra que aquella noche y buscar cosas de él en google...
En fin, este es el enlace: http://pwp.netcabo.pt/0672732101/Profado/vm.htm
Besos

Dax dijo...

¡Increíble, pero cierto! Está claro que ambas somos tanto o más bizarras o frikies -aunque ya está sobadito el término- que el ínclito Vitor. No sabes lo que me ha gustado tu descubrimiento...He seguido tus pasos, pero no he descubierto una foto mejor de nuestro héroe luso. Una auténtica lástima. Besos