28 oct 2007

Ricardito en el País de los Soviets I

Tengo un amigo fotógrafo, un maño guapo y peculiar, que viaja por trabajo, por amor y por placer. Hace ya un par de meses que vive en Rusia y ha estado enviando a los amigos algunas crónicas sobre sus avatares diarios en tan frías y lejanas tierras. No tienen desperdicio, porque ofrecen curiosas pinceladas sobre la vida de un español en un lugar para la mayoría de nosotros casi desconocido. Así que le he pedido que me diera permiso para publicarlas. Aquí está la primera entrega:

Ricardito en el País de los Soviets: Primeros días en Minsk

Las sensaciones son algo único e intransferible, tan sólo quien vivió situaciones similares puede hacerse un esbozo de lo que el narrador describe. En este caso aquellos que hayáis sentido la soledad más superlativa, aquella que por su enormidad amordaza el alma, podréis comprender lo que es mi primer "round" emocional en esta ciudad. Jamás sentí una soledad más intensa que esta. Ello no es malo, ni siquiera negativo, simplemente es. Esta es una ciudad amplia, fría en superficie, que te hace sentir pequeño. El idioma, endemoniado como ninguno, no pone el asunto nada fácil, y los eslavos, gente de gran corazón pero de coraza emocional impenetrable, hacen que la ansiedad me atrofie la razón. Doy gracias a la Madre Naturaleza, única y sabia diosa, por inventar la valeriana. Que no os llame a engaño este pequeño texto. Si bien todo lo anterior es cierto, ello es en si un disfrute, pues es la experiencia extrema aquella que nos hace crecer. Además tan importante es lo que la experiencia te enseña de los lugares visitados como lo que te enseña sobre ti mismo. Es este último punto lo definitivo, lo que hace que, en último término, el trauma se metamorfosee en placentera experiencia vital.

Lo difícil no es vivir, sino disfrutarlo. Un beso de este vuestro amigo inquieto, ansioso y algo torpe, pero al que queréis ¿no?.
Ricardo Marquina - Photographe

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